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Conexiones Mentales Creativas: El Motor Invisible de la Innovación

  • Foto del escritor: Sebastian Vera
    Sebastian Vera
  • 17 abr
  • 3 Min. de lectura

Innovar no siempre significa inventar algo desde cero. Muchas veces, la verdadera chispa creativa surge cuando conectamos ideas que antes estaban separadas. Es en esas asociaciones inesperadas donde aparecen nuevas formas de resolver problemas, diseñar soluciones o transformar productos, servicios y culturas organizacionales.



Detrás de toda innovación exitosa hay algo en común: un proceso mental profundo que combina distintas formas de pensar. Las conexiones mentales creativas, lejos de ser un talento exclusivo de unos pocos, son habilidades que cualquier persona o equipo puede desarrollar. Y se activan a través de tres tipos de pensamiento clave: divergente, convergente y asociativo.


¿Cómo pensamos cuando innovamos?


El pensamiento divergente abre el juego. Nos permite imaginar múltiples alternativas ante un desafío, sin juzgar ni limitar. Es el espacio ideal para lanzar ideas sin filtro, explorar posibilidades y dejar que la imaginación haga su trabajo. En esta etapa del pensamiento buscamos la saturación de ideas y exploramos incluso alternativas no viables, locas y radicalmente extremas, no hay limites y la imaginación juega un rol importante.


Luego aparece el pensamiento convergente, que ayuda a evaluar, seleccionar y combinar esas ideas con criterio. Aquí se prioriza lo que es viable, deseable y alineado con el contexto real al cual se dirige el pensamiento creativo. En sumamente importante en ese proceso de convergencia, mantener el foco claro y la intención o propósito del ejercicio creativo.


Por su parte, el pensamiento asociativo es probablemente el más poderoso. Ocurre cuando conectamos elementos de distintos mundos: unir conceptos de la ciencia con el arte, de la tecnología con las emociones humanas, de los negocios con la ecología. Esa mezcla genera puntos de vista únicos que pueden llevarnos a soluciones verdaderamente disruptivas.


Un estudio publicado por Harvard Business Review en el artículo “The Innovator’s DNA” respalda esta idea. La investigación, realizada a lo largo de seis años y con más de 500 emprendedores y ejecutivos innovadores, identificó que una de las habilidades más comunes entre los innovadores es precisamente la capacidad de asociar ideas de diferentes campos para generar nuevas soluciones.


Innovar también es conectar personas, culturas, conocimientos y otras variables

Llevar esta forma de pensar al interior de las organizaciones no solo mejora los procesos creativos: transforma la cultura. Fomentar dinámicas de colaboración, espacios para experimentar, y rutinas que valoren el pensamiento creativo genera una base sólida para la innovación continua.


¿Cómo impulsar espacios donde se genere esta sinergia creativa?

Los workshops, laboratorios de innovación, sesiones de diseño colectivo o los entrenamientos prácticos son herramientas que ayudan a despertar este tipo de pensamiento. Pero lo más importante es generar las condiciones para que los equipos se sientan seguros para probar, fallar, explorar y conectar ideas libremente.


Las ideas nacen de conexiones

En Ruptur-X sabemos que el motor de toda innovación está en la mente… pero su impacto llega al mundo real muchas veces por medio de proceso sistemáticos de pensamiento. Cuando las personas y organizaciones aprenden a pensar diferente, a mirar desde otros ángulos y a relacionar ideas con libertad, se amplian las oportunidades para crear valor y si esto se potencia con algunos métodos y técnicas concretas, el efecto se multiplica. Porque al final del día, una gran idea no es más que una conexión valiosa que aún no habías hecho y esta puede llegar a transformarse en la innovación que tu u otros necesitan.


Si deseas aprender cómo aplicar la creatividad en procesos de innovación de formas más efectivas, conversemos.

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